jueves, 9 de julio de 2015

Euro, esperanto... ¿les suena?

A finales del siglo XIX, un médico polaco se inventó el esperanto, un idioma artificial, mezcla de muchos idiomas, para que se usase como idioma internacional de entendimiento entre los pueblos de todo el mundo, oriente y occidente, no triunfó, e incluso fue perseguido tras la guerra civil española y en la II Guerra Mundial por los nazis, que veían mal su origen polaco. Su diversidad de orígenes seguro que chocaba con el paradigma de la raza aria de Hitler.

Traigo esta historia a cuenta de la crisis del euro a causa del posible "Grexit". El euro, que nació como moneda única para usarse en una Europa creciente, inició su andadura con la tara de que algunos países de la Unión, como el Reino Unido o Suecia, decidieron no unirse a ella. Ahora, tras varias crisis de deuda pública y llegando al impago -o default- se debate la salida de Grecia de la moneda única.

Con los años, uno ve que una moneda es parte fundamental de un país y de su economía. Un país no puede adoptar la moneda de otro así como así. Hace años, Argentina decidió equiparar su moneda , el peso, al dólar estadounidense. La salida de divisas hacia paraísos fiscales fue algo cotidiana. Por supuesto, en dólares. Años más tarde, vino el corralito y la gran crisis argentina, que me atrevería a decir que dura hasta nuestros días.

Si la economía europea, de la zona euro, no es un bloque homogéneo, al cabo del tiempo surgen fisuras. Un bloque en cuanto a política económica, en política industrial, en I+D, en política fiscal, etc. Si unos tienen ventajas fiscales para unas cosas, distintos tipos impositivos, pensiones distintas, subvenciones dispares... esto no pinta bien. Y al final la cuerda se rompe por el punto más débil.

Al final, de tanto tirar de la cuerda, ésta se puede romper del todo. El euro se puede salvar si se rescata a Grecia, pero si acto seguido se adoptan medidas para armonizar políticas fiscales, laborales, de pensiones, etc. Sin una política económica común, una moneda común no tiene sentido. Ni futuro. Esta crisis puede servir de empujón para lograr una verdadera Unión Europea.